El presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría analiza la situación de la economía peruana, sus principales retos internos y los riesgos más importantes que enfrentan las actividades productivas del país.
La economía peruana tiene diversos retos, especialmente a nivel fiscal. Gianfranco Castagnola, presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría, analiza algunos de estos desafíos, la situación de la calidad del gasto público y las consecuencias de la degradación de la gestión de varias instituciones estatales.
¿Qué balance haces del año pasado? ¿Cómo ves el 2024?
Fue el año con peor desempeño económico de los últimos treinta años. Como muchas cosas en la vida, no hubo un solo factor [que lo generó]. Fue una confluencia de factores y una tormenta perfecta. Se inició con protestas sociales muy violentas, que afectaron el turismo y tuvieron consecuencias disruptivas en la economía. Generaron una sensación de altísima inestabilidad política. Sobre esto, vino el shock climático: el ciclón Yaku, lluvias muy fuertes, un fenómeno de El Niño que afectó la pesca. El agro tradicional y no tradicional fueron golpeados por los factores climáticos. Esto fue agravado debido a la alta inflación. El Banco Central de Reserva del Perú tuvo que subir la tasa de interés y eso afectó también la actividad productiva. [A esto se sumó que] hubo un cambio de autoridades subnacionales. Sabemos que, cuando hay este cambio, la inversión pública, de la cual dos tercios es ejecutada por esas autoridades, se frena y cae. Tuvimos una tormenta perfecta. Muchos de estos elementos ya no van a estar en 2024. El hecho de que no estén, van a hacer que sea un año mejor. La inflación está cediendo. En principio, el fenómeno de El Niño no sería tan intenso. Los Gobiernos locales van a empezar a gastar. Tenemos una estabilidad política precaria, pero, mal que bien, es una estabilidad política. Se podría prever que el Gobierno puede llegar a 2026. A la mayoría del empresariado no le gusta este Gobierno, pero sí convive con la relativa estabilidad que genera, lo cual no los hace cercanos al Gobierno.
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¿Cuál es la proyección de crecimiento económico que manejan en Apoyo Consultoría para 2024?
Estimamos que creceremos entre 2,5% y 3% este año. ¿Es mejor que 2023? Sí. ¿Es suficiente? No. ¿Por qué no podemos crecer más? Porque hay factores externos e internos que nos ponen límites. No sabemos si el clima va a empeorar. El mundo tiene distintos focos de tensión. El Estado mantiene su disfuncionalidad. Es un gabinete significativamente mejor que el se tuvo con Pedro Castillo, pero no es homogéneo. Hay carteras en buenas manos y otras en malas manos. Evidentemente, el tema de la inestabilidad política está latente. No solo de aquí a 2026, sino también [de cara] a las siguientes elecciones. Ese es un elemento de riesgo, porque, luego de lo que pasó con Pedro Castillo, se rompió la sensación de que escenarios extremos no podrían darse en Perú.
¿Qué sectores van a ser claves para impulsar la economía en 2024?
Creo que algunos sectores van a mejorar y otros se van a recuperar. Pero si tuviéramos que buscar un protagonista este debería ser la minería.
El Gobierno superó el límite de déficit fiscal fijado para el año pasado. ¿Eso implica algún riesgo para la economía en 2024?
Dada la situación excepcional de 2023, no es grave haber roto la regla fiscal después de varias décadas. No es lo deseable, pero no es grave. El tema es que este año podemos volver a romperla. Dos años consecutivos [de romper esa regla] puede ser visto como una pérdida de uno de los fundamentos del país: la solidez fiscal. Creo que el Perú sigue siendo un país con fundamentos macroeconómicos muy sólidos, pero dos años consecutivos de incumplimiento no se verían bien y ello puede generar alguna reacción de las calificadoras. ¿Qué nos puede ayudar? Que haya una mejor recaudación y que la economía responda mejor. El reto del MEF este año es acercarse lo más posible a la meta fiscal.
Hablando de gasto público, hoy también preocupa su calidad en los Gobiernos subnacionales. ¿Crees que ha fallado la descentralización?
Para que un país se desarrolle requiere que funcionen tres cosas. La economía tiene que funcionar, ya que debe haber crecimiento económico. Sin crecimiento económico no hay nada. Tiene que funcionar el Estado, tanto para el mundo empresarial, pero especialmente para la ciudadanía. Esta tiene que recibir servicios de calidad: seguridad, salud, educación, infraestructura. Y tercero, debe funcionar la institucionalidad política: la democracia y sus instituciones. ¿Qué ha pasado en el Perú en los últimos años? Mal que bien, la economía ha funcionado. El Estado ha funcionado en algunas cuantas islas de modernidad, pero, producto de la descentralización, sus servicios se han venido degradando. Y la política ha pasado de ser mediocre a [caracterizarse por tener] una lumpenización muy peligrosa. Esta política contamina al Estado y las dos contaminan a la economía. En el debate que hemos tenido los últimos años, ¿qué se ha puesto en duda? El modelo económico. Este puede ser perfeccionado. Pero lo que ha fallado son el Estado y la política. La economía ha permitido que, entre el año 2002 y el 2022, el presupuesto público se multiplique por cuatro en términos reales. Pero la calidad de los servicios públicos no se ha multiplicado. ¿Qué ha motivado eso? Para empezar, la descentralización. Es un proceso fallido. Se dijo en su momento que no podía ser tan rápido. Todas las experiencias mundiales recomendaban ir lento. Se hicieron varios shocks de descentralización en los que se transfirieron recursos y responsabilidades a los Gobiernos subnacionales regionales y locales sin capacidades. Hay 26.000 millones de soles de obras públicas paralizadas, según datos de la Contraloría General de la República. Esto tiene dos impactos. Uno es económico, porque uno quisiera que [esos recursos] estuvieran gastándose. Pero también lo es a nivel social. El ver una obra paralizada produce una insatisfacción respecto al sistema político y a la democracia. La descentralización es un fracaso. Hay que corregirla si queremos que los recursos produzcan bienestar en la población.
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¿Qué debería priorizar en esa corrección?
Creo que, conceptualmente, habría que volver a centralizar algunas funciones del Gobierno central, más allá de todas las capacitaciones que se pueden hacer para los gobiernos subnacionales. Hay que recuperar el rol rector del gobierno central. Este tiene la rectoría, pero los gobiernos regionales no le hacen caso. Hay que recuperar ese principio de autoridad. Tenemos un país unitario, no uno federal. [En paralelo], en los últimos años, se ha degradado la calidad de nuestras autoridades. Hay una lumpenización muy seria. Hay una degradación moral y en términos de capacidades muy severa de los gobiernos regionales, provinciales y distritales. Pero también existe una gran penetración de economías ilegales en todos los niveles del Estado. El deterioro del Estado trasciende la ideología. No es un problema de provincias alejadas. [Se puede ver] en alcaldes elegidos por fuerzas de derecha en Lima.
¿Cómo crees que se comportará la confianza empresarial en 2024?
Las encuestas que hacemos en Apoyo Consultoría muestran que hay un repunte de la confianza empresarial. Pero creo que hay que leerla bien. Hay confianza de que, en principio, no habrá escenarios disruptivos, como violencia social o la caída del Gobierno en 2024 y 2025. Pero eso no se traslada al largo plazo. Sigue habiendo una gran incertidumbre de lo que pasará desde 2026 en adelante.
¿La inseguridad, un tema que encabeza la agenda nacional, puede frenar la inversión en Perú?
Hoy las grandes decisiones de inversión todavía no son afectadas por la inseguridad. Pero sí están siendo afectadas las actividades de los pequeñas y medianas empresas del país. Eso es terrible. Entonces, si no se hace nada por los ciudadanos y por esas empresas, creo que sí hay riesgo que empiecen a afectarse las decisiones.
¿Qué opinas del nombramiento de José Arista como nuevo ministro de Economía y Finanzas? ¿Qué retos inmediatos consideras que tiene el nuevo titular de esa cartera?
Es natural que en un año tan complejo para la economía como lo fue el 2023, con factores exógenos que golpearon la actividad económica, se produzca un desgaste. En esas circunstancias, las renovaciones de cartera son saludables. El nuevo ministro es un tecnócrata con amplia experiencia en la cartera -ocupó varios cargos en anteriores gestiones- y ha pasado por un Gobierno regional, lo cual le da un plus. Su reto es generar una pronta reactivación de la economía. La confianza del empresariado depende de factores que exceden su ámbito, pero sí puede empujar, como lo hacían los ministros de economía de antes, a los sectores como transporte y comunicaciones, minería, Proinversión, entre otros, para que se destraben proyectos que no tiene ningún sentido que estén paralizados; y luego, proponer una agenda que apunte a recuperar la competitividad que el país ha perdido en los últimos años.
También hay un nuevo titular del Minem (Rómulo Mucho). ¿Es una buena señal para el futuro de Petroperú?
Definitivamente, había un evidente conflicto de interés en ser empleado de Petroperú y ministro de Energía y Minas. Los intereses de Petroperú -en la realidad, no en el papel- no están alineados con los del Estado. Los continuos pedidos de salvatajes para ese barril sin fondo que es la petrolera estatal, la cesión de lotes que no podrá explotar con visión de largo plazo, entre otros, son ejemplos de ese conflicto. Pero creo que el ministro Rómulo Mucho aporta mucho más que un manejo más sensato de Petroperú: cree en la inversión privada, cree en la minería y, ojalá, esa visión lo lleve a promover proyectos que, en un país minero como Perú y con las necesidades de generación de riqueza, empleo e impuestos que tenemos, es un crimen que estén enterrados por intereses subalternos o presiones de grupos radicalizados.
¿Cuál consideras que debe ser el destino de la petrolera estatal?
Es absolutamente inconcebible que tratemos de inyectar recursos a una empresa que es un desastre. Que lo único que hace es pedirle plata a su accionista, o sea, el Estado, en un país que tiene otras necesidades. Ha llegado el momento de tomar decisiones sobre Petroperú. Hay que ver cuál es su situación financiera y, de ser necesario, evaluar la venta de algunos de sus activos o la incorporación de algún socio estratégico.
¿La llegada de Gustavo Adrianzén a la presidencia del Consejo de Ministros puede tener un impacto en el clima de inversión local?
Se conoce poco de la trayectoria del nuevo premier, más allá de su paso por el gobierno del presidente Humala y su reciente performance como representante del Perú ante la OEA. Creo que habrá que esperar a ver sus planteamientos y posiciones frente a la agenda urgente que enfrenta el país. Hay varios ministros, como Arista, Mucho, Pérez de Cuéllar y Mathews, que tienen una agenda propositiva. Ojalá el primer ministro les dé el apoyo que requieren para ejecutarla. El país lo necesita.
El Congreso sigue generando polémica por varias de sus leyes. ¿Cuál es tu evaluación de este poder del Estado? ¿Sientes que está siendo una barrera para el crecimiento económico?
El Congreso, al igual que el Gobierno central, está en el mismo modo de sobrevivencia. Entonces, ¿va a promover medidas populistas? Sí. ¿Va a proponer medidas disruptivas para el modelo económico? Creería que muy poco. Pero el comportamiento cotidiano de los congresistas es tan lamentable en su mayoría, que contribuye a la lejanía y desaprobación de la población del modelo democrático. Ese para mí es el riesgo mayor. Creo que el riesgo regulatorio para la actividad económica existe, pero es menor.
Se acaba de aprobar la bicameralidad. ¿Un parlamento más numeroso puede complicar la aprobación de normas y leyes vinculadas con la economía?
La bicameralidad es una reforma indispensable para movernos en la dirección correcta de construir una mejor institucionalidad. Las ventajas ya han sido explicadas por los especialistas: mejor debate y escrutinio de leyes, desconcentración de funciones en dos cámaras, oportunidad de mejorar la representatividad, etc. Aún no he leído el proyecto y seguramente habrá detalles mejorables, pero es una reforma que va en la dirección correcta.
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