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Tras 13 semanas en cartelera: Willaq Pirqa y el arte de conectar
Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo, conectó con el público nacional como pocas películas lo han hecho. Para su director, César Galindo, es ahí donde radica el verdadero valor del cine.

Las ilusiones y la inocencia de la edad temprana acercaron a César Galindo al cine. Y a medida que creció, descubrió en el séptimo arte, primero, un mundo fascinante; después, un poderoso medio para expresar sus inquietudes. Sus recuerdos de infancia en Cusco le dieron elementos para escribir y dirigir la película que logró el hito de permanecer en la cartelera comercial: Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo.
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Para el realizador que creció en la ciudad ayacuchana de Puquio, este logro significa mucho en lo individual y en lo colectivo porque habla del momento que vive el cine peruano. “Estamos en ese proceso de encontrarnos a nosotros mismos; de mostrar que podemos escribir nuestra historia con nuestra propia mano, sentirla con el corazón y hablarla en nuestras propias lenguas”.
Desde que comenzó su trayecto en el ámbito cinematográfico, tras haber estudiado arquitectura, Galindo tuvo el deseo de realizar un largometraje enteramente en quechua. Ya había dado un paso importante con un corto, manifestación que surgió de una profunda investigación que hizo sobre los pueblos aborígenes de América.
“Nunca tuve interés de mostrar el quechua como una anécdota o algo folclórico, porque se debe utilizar con todas sus sutilezas y abstracciones; entenderse como un idioma vivo, una cultura viva”, asegura en voz alta Galindo, poniendo acento en el derecho que todos los seres humanos tenemos de desarrollarnos a partir del respeto a nuestros orígenes.
La película narra la historia de Sistu, un niño de una pequeña comunidad campesina en la serranía peruana que descubre la magia del cine. Este encuentro es para él un puente con otra realidad, con la cual conectará a través de relatos universales. Pero también pondrá en evidencia grandes desigualdades, así como la ausencia de la cosmovisión andina y del quechua en la tradición cinematográfica.
El director ha tomado la oportunidad que ofrece el cine para cuestionar diferentes aspectos de la sociedad, al igual que las posibilidades creativas para retratar la esencia humana. “Con todos nuestros sonidos, deficiencias y virtudes. Porque así somos: seres que sueñan, que hablan del amor, que son poesía y metáfora”, ahonda desde Suecia, el país al que llegó hace tres décadas para formarse como cineasta.
Desafíos esenciales
Willaq Pirqa (“la pared que habla”) refleja un trabajo hecho con dedicación y maestría, lírico en imágenes y sensaciones. La filmación tuvo lugar en Maras, Pacahuaynacolca (a 3,850 m. s. n. m.) y Chequereq, en Cusco, bajo la imponente divinidad de las montañas, los apus que protegen y alientan al joven protagonista con su presencia.
Encontrar al actor nato que transmitiera con veracidad la personalidad de Sistu, reconoce Galindo, fue uno de los mayores desafíos, al igual que localizar al resto del reparto, porque hay pocos actores en la sierra que hablen quechua.
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A unos días de comenzar el rodaje, el cineasta conoció a Víctor Acurio, en aquel entonces de 12 años, quien hablaba perfectamente quechua y español, además de hacerlo con un desparpajo y una franqueza que cautivaron tanto a la producción como a los espectadores. Hoy, con 17 años, ha mostrado ante los medios la firme convicción de hacer una trayectoria profesional en el cine.
“Me dio mucho gusto ver a Víctor y los demás actores entre las luces y la atención del público. Willaq Pirqa ha sido una escuela para ellos”, expresa Galindo, convencido de que para construir una sociedad más justa y próspera hay que apoyar el desarrollo intelectual de la juventud. Y destaca la importancia del cine en la identidad nacional: “Antes venían las grandes productoras cinematográficas y nos filmaban, pero no teníamos la posibilidad de dar la versión de nuestra propia historia. Ahora podemos contarnos a nosotros mismos cómo nos vemos”.
La esperanza de César Galindo de ver una industria consolidada se finca en crear un vínculo inquebrantable con los públicos locales y en tocar todos los rincones del planeta con obras hechas en Perú.
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